Lolita hispanofrancesa con menos gracia (y ya es difícil) que la
original de Nabokov y la adaptada de Kubrick juntas (las carencias de
Elsa Pataky son insalvables hasta cuando no habla), en una película en
la que los escasos momentos de lucidez vienen de la mano de los enredos
estúpidos y diálogos surrealistas del típico cine más castizo.
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