La simpatía hacia el humor de Jose Luis Cuerda pierde fuelle en el momento en que a un mediocre Antonio Resines se le exigen dotes dramáticas y, sobre todo, cuando el buen hacer de Alfredo Landa se presenta como único reclamo para una película que se pierde en apariciones "estelares" de rostros populares (El Gran Wyoming y Cayetana Guillén Cuervo), en un desagradable "humor" escatológico y en un devenir de acontecimientos sin interés, que tiran por la borda el buen guión de partida con el que se inicia la cinta.
"Es que aquí tiene que haber buenas putas, porque con tanta religión cerca..."
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