
Emilio López Lázaro ante un batiburrillo de personajes (¿qué actor no
está aquí?) y de historias estrepitosamente mal presentadas,
desarrolladas y conectadas. El desastre en la dirección al que nos
expone queda más que patetente cuando una y otra vez se muestra perdido
en la búsqueda de tono y atmósfera adecuados -y creíbles- para el
acontecimiento histórico narrado. ¿Cómo es posible que la siempre
perfecta Nadia de Santiago aquí parezca invisible, o que la vida de las
presidiarias sea retratada como la de un patio de colegio o que intente
que nos creamos, así sin más, el carácter indulgente de los verdugos?
"Qué manera más rara de conocernos, eh"
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