En la época en la que ya no existían institutrices, Eurovisión era un acontecimiento nacional y las estrellas de la farándula recibían películas y no 'realities', nuestra Karina se rodeó de los cinco niños más abominables de la historia de la humanidad y, cual Julie Andrews jovial y cantarina, intentó aumentar la calidad del cine del régimen, aportando incontables caras (de sorpresa, enfado y felicidad) y momentos vergonzosos ("¿Por qué no eres tú mi mamá?"), dignos de las peores pesadillas jamás imaginadas.
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"Antes se decía que la letra con sangre entra, pero yo me he dado cuenta de que ahora, en nuestro tiempo, con la música entra mejor"
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