
V. C. Andrews vuelve a repetirse en estra entrega donde la crítica al fanatismo religioso brilla por su ausencia, instalándose, en cambio, en un peligroso discurso misógino (todo lo relacionado con el personaje de Cindy).
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"¿Quién contaba alguna vez las flores que morían cuando nosotros arrancábamos los hierbajos?"
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