Aunque la locura conjunta de Zahara y NYSU al final no ha resultado ser tan perfecta como todos deseábamos (bastante contención de metraje y de diversión surrealista, aunque no de la gore, con un desenlace atolondrado) la idea, la atmósfera y, sobre todo, la pasión (y amor) con la que todo este proyecto-regalo ha sido realizado consigue convertir a este peculiar cortometraje en veinte minutos de verdadera felicidad.
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