Un desenlace que repite los típicos errores de la serie (supeditar las tramas a historias románticas secundarias) e introduce otros nuevos (la rápida salida de Sarah), pero que mantiene intacta la emoción melancólica que la hace tan especial.
Comedia adolescente divertida gracias a los innumerables cameos de rostros conocidos por otras propuestas mucho más recordadas en el género: Buffy, cazavampiros, Popular, Sabrina, cosas de brujas, Cinco en familia, Freaks and Geeks, American Pie, A dos metros bajo tierra, Crueles intenciones, Nunca me han besado.
Interesante juego temporal para todos los públicos que sirve para el lucimiento de Jennifer Love Hewit.
Personajes con trasfondo encorsetados en un culebrón familiar.
Contra todo pronóstico la serie no aprovecha su línea argumental más dura (la posible muerte de uno de sus protagonistas) y proporciona una temporada demasiado edulcorada.
Cuando se aleja de personajes secundarios con situaciones irrelevantes para rellenar metraje, la serie vuelve a desprender esa magia melancólica que la caracteriza.
El drama de los Salinger se asienta, mejorando con la entrada del personaje más carismático de la serie (Sarah) y con la eterna duda (¿Justin o Griffin?) de Julia; pero aunque consiga capítulos redondos (el del embarazo), de manera peligrosa empieza a adquirir tintes de culebrón (los de la boda).
Loca -y algo escandalosa- comedia de enredos, inmortal gracias a su tándem de protagonistas femeninas: Weaver y Love Hewitt. Merecía haber tenido una estúpida segunda parte...